sábado, 8 de octubre de 2022

Los chicos de la Nickel

Colson Whitehead, Los chicos de la Nickel (The Nickel Boys, 2019)
Pero ahora que he salido de aquí y me han vuelto a traer, sé que la gente no cambia porque esté en la Nickel. Lo de ahí fuera y lo de aquí dentro es lo mismo, solo que aquí dentro nadie tiene que seguir fingiendo.
El Premio Pulitzer de Ficción 2020 fue descrito por la institución que lo concede como "Una sobria y devastadora exploración de los abusos en un reformatorio de Florida en la época de las leyes Jim Crow que es, finalmente, una poderosa historia de perseverancia, dignidad y redención".
Por la época y el lugar en que se sitúa, las preocupaciones y posición ética que adopta, Los chicos de la Nickel está relacionada con dos novelas que hemos compartido en el club de lectura: Matar a un ruiseñor y Viajes con Charley en busca de Estados Unidos. ¿Hay diferencias con ellas respecto a la forma en que se describe la situación? En tal caso, ¿se deben a la mayor distancia temporal entre los sucesos y la narración o a que Harper Lee y John Steinbeck eran blancos hablando sobre la situación de la población negra? Para nosotros, lectores que vivimos en un entorno social y económico muy distinto, ¿puede ser un relato significativo? ¿Es posible establecer una relación con situaciones que nos resultan próximas?

O tal vez no existía criterio alguno respecto a la violencia y nadie, ni custodios ni custodiado, sabía lo que pasaba ni el porqué.
Un brillante manejo de los cambios de punto de vista y de los saltos temporales permite a Whitehead explorar las consecuencias de algunos acontecimientos previos. El lenguaje directo y preciso contribuye a centrar nuestra atención en el dolor de lo que se expone y nos acerca a las líneas de pensamiento de sus protagonistas, facilitando que empaticemos con Elwood y Turner (¿hay alguien que no se haya estremecido durante la lectura?) al tiempo que nos aterra la conducta de sus maltratadores.
El autor no ahorra detalles -atención a lo significativos que resultan algunos espacios y objetos- en el retrato de las consecuencias de la irracionalidad y la maldad humanas alimentadas por las instituciones, aunque la mitiga ¿o la incrementa? con su habitual manejo de la ironía. Especialmente meritoria es -además de la eficacia del giro final, del que aparecen antes ligeras pistas y que cumple con una función narrativa más allá de generar sorpresa- su capacidad para dotar a la novela de una dimensión que le permite evitar los tópicos vacíos y otorgar significado al drama. Recuerda, por ello, a otro autor también leído en el club, Junot Díaz, con el que él mismo establece una relación directa al compartir referencias y generación.

Hay al menos otros dos elementos que destacan en la novela. El primero, el contraste entre el griterío de las protestas por los derechos civiles en las calles (el mundo exterior), que pretenden generar mejorar condiciones de vida para una parte importante de la población, y el silencio que parece ser la única estrategia para sobrevivir dentro de la Nickel (el mundo interior). Los residentes aspirar a ser invisibles y pasar desapercibidos, mientras que los carceleros intentan ocultar los gritos de dolor y las señales de la violencia extrema. También se señala cómo, una vez publicada la tragedia, solo a los blancos se les da voz, mientras que los negros siguen mudos.
El segundo, una metáfora recurrente que tiene que ver con el giro y la repetición: el del disco que escucha Elwood sin cesar, el del ventilador que esconde las torturas, el camino de los chavales que retornan a la Nickel tras volver a sus casas después de la primera condena, los sueños traumáticos recurrentes en la edad adulta. Con ello se nos plantea una pregunta fundamental: ¿hay opciones para salir de esta situación de discriminación y explotación?
El mundo le había susurrado cuáles eran las normas para toda su vida y él se había negado a escuchar, atendiendo en su lugar a una orden superior.
El motor constante de la novela es la oposición entre blancos y negros, esperanza e indefensión, activismo y arbitrariedad del castigo, lucha por los derechos civiles y desregulación de los servicios públicos, solidaridad y desigualdad, proyectos de futuro y un azar que carece de compasión. Sobre todo, entre lo que podría ser Elwood y lo que se le permite.
Pese a lo que pueda parecer durante la mayor parte de sus páginas, Los chicos de la Nickel resuelve este enfrentamiento demostrando que parte de esos sueños han continuado vivos y han ayudado a sobrevivir y crecer a su protagonista. Como sucedió, parece querer decirnos el autor, con la figura y las palabras de Martin Luther King jr., aunque haya sido de manera parcial.
Si eliges escribir sobre el racismo institucionalizado y nuestra capacidad para el mal, puedes escribir sobre 1850, 1963 o 2020.
Es una historia sobre cómo las personas poderosas se salen con la suya abusando de los impotentes y sobre cómo nunca son llamadas a rendir cuentas.
En la Escuela Dozier (...) tienes un sistema en el que todos los que estaban en posiciones de poder miraban hacia otro lado. El gobierno de Florida no siguió adelante con la investigación, no despidió a los mandos corruptos. Los dejaron permanecer en su trabajo pese a que los jóvenes estaban muriendo o desapareciendo.
Entrevista en The Guardian, 2020
Dos recomendaciones finales. Para continuar descubriendo a Colson Whitehead, El ferrocarril subterráneo (2016) supuso el inicio de su reconocimiento a nivel internacional. Hoyos (1988), de Louis Sachar, es una extraordinaria novela juvenil que aborda las prácticas de los correccionales juveniles en Estados Unidos, y que mantiene muchos puntos en común con este relato. Desgraciadamente, algunas prácticas se siguen repitiendo en la actualidad.

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