miércoles, 12 de octubre de 2022

Cara de pan

Sara Mesa, Cara de pan (2018)
Pero con las novelas se pierde (...) Se pega al protagonista, o a cualquier otro personaje, y se imagina que ellos son él, o que él es ellos. No puede evitar modificar la historia, imaginar qué haría él de estar ahí dentro, eligiendo un rumbo u otro por sí mismo.
Cara de pan es una invitación -o, mejor dicho, nos obliga- a  tomar conciencia y repensar nuestras posiciones, temores, contradicciones e ideas previas. En lugar de ofrecer respuestas, plantea preguntas y nos sitúa, queramos o no, ante un espejo en el que observar las propias líneas de pensamiento. Leemos sus páginas, pero sobre todo nos leemos a nosotros mismos.
Solo señalaré, por tanto, algunas cuestiones que me parecen especialmente interesantes. En la conversación podremos ahondar en ellas desde las distintas posiciones y sentires personales.


1. La mirada, elemento central
¿Desde qué perspectiva están narrados los acontecimientos, a pesar de la tercera persona? Por ejemplo, ¿cómo se va formando el retrato del Viejo al inicio? ¿A través de la mirada de un adulto o de las preocupaciones de una adolescente? ¿Para qué se construye de esta forma la narración? ¿Se percibe (y pre-juzga) de manera diferente según la edad?
Casi y el Viejo experimentan la invisibilidad social durante buena parte de su vida cotidiana. Solo se vuelven objeto de atención cuando se les señala como disfuncionales o peligrosos. Comparemos la mirada que tienen ante los pájaros (inocente, curiosa, admirativa) con la que reciben ambos (recelosa, alarmada, ridiculizadora o culpabilizante).


2. Formas de control social
Por eso Casi aprende a no buscar interpretaciones en aquello que dice ni en el tono que usa para decirlo, y trata de centrarse solamente en lo que dice, en las palabras desnudas y en sus efectos inmediatos.
Las reglas sobre lo que debe considerarse norma(l) se muestran en Cara de pan a través de dos vías. Por un lado, las figuras profesionales que aparecen en la novela recopilan datos personales, del contexto social y antecedentes, interpretan lo que se les dice para emitir diagnósticos, para explicar qué les pasa a los protagonistas, para adjudicarles etiquetas. ¿Podemos escapar, como lectores, a esa misma tentación?
El segundo mecanismo es el que han experimentado Viejo y Casi en su relación con las instituciones -el psiquiátrico, el instituto-, cuando se les enseña cómo deben comportarse, las conductas que se aceptan y premian -por ejemplo, participar en las actividades grupales- y las que se castigan o son objeto de vigilancia. ¡Otra vez la mirada!
¿Cumplen esas instituciones con su papel protector respecto a ambos?

3. Construir un relato
Aún más importante es lo que impulsa a Casi a construir una narración paralela sobre su vínculo con el Viejo. Todos necesitamos encontrar un sentido a lo que nos ocurre, una búsqueda que se desarrolla con fuerza en la adolescencia: la búsqueda de seguridades, la necesidad de reconocimiento y aceptación se mezclan con el miedo al rechazo y a la humillación; al tiempo que nace un fuerte anhelo de libertad, lo que los grupos de referencia esperan determina la conducta individual.
Mientras que con su interlocutor la niña puede contar la verdad («Que todo son invenciones se va desvelando paulatinamente (...) Sin reconocerlo abiertamente, la verdadera Casi se va abriendo camino ante la irritante Casi falsa»), ante sí misma necesita plegarse a la expectativa social («Es posible que esa tarde (...) escriba sobre todo esto, adornándolo aquí y allá con un tono adecuado»).
El impulso interno de encontrar sentido y la presión externa se funden para propiciar la tragedia:
En su interior bulle ahora la prisa, o la necesidad, de forzar un desenlace (...) O tal vez simplemente confunde las cosas, mezcla lo que se espera, lo que se teme y lo que se prejuzga, para que encaje con lo que es, lo que no tiene nombre (...) Los hombres no pueden ser amigos de las niñas (...) El viejo engaña, tiene intenciones ocultas, intenciones sucias. Esto es lo natural, no lo contrario (...)
Sara Mesa nos señala que esa necesidad de narrar(nos) y dar significado puede convertirse en una trampa. En ese sentido, Casi somos cualquiera. Pero también hay una reflexión sobre la naturaleza de la literatura y la lectura:
Casi escucha con atención, trata de extraer la lección que supuestamente se esconde detrás de cada historia, pues siempre le han enseñado a interpretar así las historias: desechando la narración para buscar la moraleja que contienen.

(...) intuye que es inofensivo, pero si quiere sacar algo en limpio, debe imaginarlo como peligroso. No puede quedarse sin una historia que contar. Necesita una historia que contar.

4. Otros temas, preguntas y propuestas
¿Qué sensación ha prevalecido durante la lectura (inquietud, temor, incomodidad, rabia, desorientación, etc.)?
¿Qué une a Viejo y Casi? ¿En qué se parecen? ¿Qué anhelos comunes tienen?
¿Podemos aplicar los roles del triángulo dramático de Karpman a los personajes? ¿Hay perseguidores, víctimas y salvadores?
Para un análisis detallado de la relación entre construcción de identidades y espacio en Cara de pan, podéis leer el ensayo de Noelia Suárez García Casi y el Viejo: en busca de un (no) lugar.

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