martes, 7 de febrero de 2023

Buenos días, tristeza

Françoise Sagan, Buenos días, tristeza (Bonjour tristesse, 1954)

(...) me odié a mí misma, pero me era tan fácil seguir mis impulsos y arrepentirme después...

La edición de esta novela disponible en los clubes de lectura incluye un extenso estudio previo sobre el contexto sociocultural de la obra y su estructura narrativa. Como complemento, añado algunas ideas y propuestas de reflexión para acompañar vuestra lectura.

El inicio de la obra, que anuncia ya su carácter trágico, refleja también la ambivalencia de una Cécile introspectiva, con su listado de sentimientos (tristeza, vergüenza, aburrimiento, añoranza, remordimiento) y la unión de términos en apariencia alejados («tedio y dulzura», «suave e irritante»). Para el lector, el retrato de la narradora se construye con claridad a partir de cómo mira e interpreta al resto de personajes; su evolución personal y resistencias quedan reflejadas en los cambios de la valoración que hace sobre el resto, en especial sobre Anne.

Buenos días, tristeza es una novela psicológica. Las reacciones internas individuales son las que, en general, provocan nuevos acontecimientos, no al revés. El punto de vista está siempre centrado en esa subjetividad. Sagan presta una especial atención a los gestos y miradas, silencios y palabras porque  a través de ellos es posible acceder a las emociones y pensamientos de los actores. Además, describe con precisión sus cambiantes estados de ánimo, punto central de la trama. Esta presentación se refuerza con el papel simbólico de los elementos de la naturaleza (el sol, la playa, un mar que cambia de transparente a verde cuando Anne eclipsa a Elsa).

Al mismo tiempo, se trata de un drama con una estructura que recuerda a las obras del teatro clásico: unidad de espacio y (casi) de tiempo, narración lineal, estructura en actos... Y todos los personajes representan conscientemente, en un momento u otro, un papel, actúan persiguiendo sus intereses.


La trama se construye y evoluciona a partir de los triángulos -reales, imaginados, deseados o fingidos- de relaciones entre sus cinco protagonistas. En todos ellos hay dos miembros que se acercan y otro que intenta oponerse o modificar ese vínculo. Los analizaremos en la tertulia.
Siguiendo con esta figura geométrica, en alguna ocasión hemos hablado del triángulo dramático como herramienta de análisis de roles. Creo que es fácilmente aplicable en Buenos días, tristeza; por ejemplo, Cécile asignará a Anne los tres papeles (salvadora, perseguidora y víctima) de manera sucesiva.

(...) me sorprendió mucho el escándalo que provocó este libro. Para tres cuartas partes del público, lo escandaloso era que una joven pudiese acostarse con un hombre sin quedar embarazada y sin tener que casarse. Para mí, el escándalo de esta historia era que un personaje pudiera llevar a alguien a suicidarse por imprudencia, por egoísmo.
Entrevista en L'Express (2004)

La novela nos acerca a un colectivo que vive dentro de una burbuja -la del verano de las clases más acomodadas de la sociedad francesa-, y parece no verse afectada por las secuelas de la II Guerra Mundial, aún cercana, o por el inminente inicio de la guerra de independencia de Argelia. En un contexto tan diferente al nuestro, ¿plantea temas que pueden ser hoy de interés?
En aquel momento, faltaba poco para que la Nouvelle vague diera sus primeros pasos, buscando la renovación del cine mediante la experimentación técnica y nuevas formas narrativas. A diferencia de este movimiento, Françoise Sagan teje una historia, como hemos dicho, de estructura más clásica, pero plasma una ruptura ideológica en el acercamiento a asuntos ya presentes en la cultura francesa, como los cambios en la conducta sexual pública. ¿Sigue resultando provocativa, aunque sea a menor nivel que en la década de los cincuenta?

Por último, hay referencias explícitas recurrentes al miedo a perder los placeres que Raymond y Cécile asocian a la juventud, a sustituir la despreocupación por la toma de conciencia. Pero también, de manera implícita, una advertencia sobre las consecuencias de intentar mantener una vida fácil a toda costa. ¿Se permiten padre e hija sentir algo de manera real? A partir de las múltiples apelaciones a la felicidad, ¿cómo vemos que la concibe cada personaje? ¿Se puede establecer una conexión entre el pensamiento existencialista (que ya describimos al hablar de La mujer rota) y la posición de Françoise Sagan?

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