miércoles, 1 de diciembre de 2021

La mujer rota

Simone de Beauvoir, La mujer rota. La edad de la discreción. Monólogo (La femme rompue. L'age de la discretion. Monologue, 1968)

No sé nada. No solamente quién soy sino cómo habría que ser. El negro y el blanco se confunden, el mundo es un magma y no tengo ya contornos. ¿Cómo vivir sin creer en nada, ni en mí misma?

La filósofa y escritora Simone de Beauvoir fue una de las principales representantes del existencialismo ateo y, a partir de la publicación de El segundo sexo en 1949, referente del feminismo contemporáneo.
Su narrativa está marcada por su experiencia vital y pensamiento; encontraréis reflejadas algunas de sus premisas en los relatos que componen este libro, por lo que conviene presentarlas de manera breve:
  • El existencialismo concibe la vida como una condición subjetiva (no busca la verdad universal, sino el valor para uno mismo, distinto en cada persona). Le interesa la existencia humana individual y concreta.
  • El ser humano, tras ser consciente de su existencia, debe crear su propia esencia. Es libre para encontrar y construir su propia razón de ser, para decidir qué hacer en cada momento (reconociendo los condicionamientos y limitaciones del entorno, las situaciones y nuestra propia naturaleza).
  • El ser para sí se distingue del yo del pasado y del yo del presente. Como vivimos en el ámbito de lo posible, existimos en el futuro. Lo que importa no es el pasado, sino cómo actuamos para hacer que el mundo sea diferente.
  • Asumir la responsabilidad de que con cada decisión vamos construyendo nuestro ser puede vivirse como un castigo. La libertad como posibilidad infinita genera angustia, y tendemos a huir de ella asumiendo el rol social que nos asignan los demás. La mirada del otro confirma esa interpretación y, a su vez, mi mirada refuerza los papeles que interpretan los demás.
  • La participación activa en la vida política está condicionada por la sociedad de pertenencia, pero podemos transformarla con nuestro compromiso. Somos responsables respecto a la libertad de los demás y no debemos ser cómplices de las injusticias.
  • "Un día me quise explicar a mí misma. Empecé a reflexionar sobre todo mi ser y me sorprendí cuando lo primero que pensé fue: Soy una mujer". "No se nace mujer, se llega a serlo".

¡Dios mío! Es algo tan liso una vida, es nítido, cuando todo va bien se desliza fácilmente. Y basta con un tropiezo. Se descubre que es opaca, que no se sabe nada de nadie, ni de sí mismo ni de los otros: lo que son, lo que piensan, lo que hacen, cómo nos ven.

Los tres relatos son variaciones en torno a los mismos temas, y las tres miradas completan un cuadro formado por preguntas y reflexiones -más que respuestas- sobre muchos aspectos centrales de nuestra vida. Algunas de las ideas sobre las que insiste Simone De Beauvoir son:
La conciencia del paso del tiempo, el pasado como ideal inalcanzable, el temor a envejecer asociado a la pérdida, la resistencia a aceptar nuestra naturaleza mortal. Las relaciones de pareja, tejidas por los hilos del deseo, la atracción, la complicidad, los proyectos de futuro, las interpretaciones compartidas... pero también por la desigualdad, los silencios, los desencuentros y las expectativas enfrentadas o, al menos, diferentes.
La inevitable evolución de las relaciones entre madres e hijos (¿quizá concebidos por las protagonistas como extensiones que deben pensar y actuar como ellas?).
La crítica de los valores sociales e hipocresía de la clase burguesa. El arte, la cultura y la belleza como posibles fuentes de significado. La presión social que genera la mirada del otro, y la que ejercemos con nuestras expectativas respecto a los demás. La posibilidad de encontrar un sentido a través del encuentro y la comunicación sincera con otra persona, o haciendo algo positivo por alguien más allá del yo.

Estas narraciones en primera persona nos permiten indagar con profundidad en las preocupaciones, desorientación y sufrimiento vital de las mujeres protagonistas. Pese a sus diferencias de carácter y situación personal, se enfrentan a situaciones comunes.
Puede interpretarse, siguiendo el pensamiento de la autora, que sus dificultades para generar una identidad satisfactoria, la inseguridad ante el propio cuerpo y el sentimiento de culpabilidad ante sus hijos nacen del reconocerse solo como madres y esposas, de la sumisión a hombres que las dominan de distintas formas y de aceptar la visión socialmente construida sobre su género.
Aun sin decirlo de manera explícita, Simone de Beauvoir parece asumir aquí otra idea clave del existencialismo: describir con claridad las experiencias vividas nos ayuda a comprenderlas y nos empuja a vivir de otra forma, más auténtica.

La gente feliz no tiene historia. En el desconcierto, en la tristeza, cuando una se siente quebrantada o desposeída de sí misma, se experimenta la necesidad de narrarse. He querido hacer escuchar aquí las voces de tres mujeres que, con palabras, se debaten ante situaciones sin salida. Una tropieza con una ineluctable fatalidad, la de la edad. La segunda conjura por medio de un monólogo delirante la soledad a donde la ha arrojado su egoísmo exacerbado. La mujer rota es la estupefacta víctima de la vida que ella misma eligió: una dependencia conyugal que la deja despojada de todo, incluso de su ser mismo, cuando el amor le es negado. Sería vano buscar moralejas en estos relatos; tampoco proponen lecciones; mi intención ha sido totalmente diferente. No se vive más que una sola vida, pero, por empatía, a veces es posible salirse de la propia piel. He querido transmitir a mis lectores ciertas experiencias de las cuales, de alguna manera, participé. Me siento solidaria con las mujeres que han asumido su vida y que luchan por lograr sus objetivos; pero eso no me impide -al contrario- interesarme por aquellas que, de un modo u otro, han fracasado, y, en general, por esa parte de fracaso que hay en toda existencia.

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