sábado, 25 de mayo de 2019

El duelo y la fiesta

Jenn Díaz, El duelo y la fiesta (2012)

No quedaba otra que eso, que aceptar el duelo y la fiesta... y así era.
Jenn Díaz (Barcelona, 1988) es una de las protagonistas de la narrativa de esta década, por encima de etiquetas o adscripciones teóricas a nuevas corrientes literarias (es ya referencia obligada en los artículos sobre el neorruralismo: uno y dos).
Su blog y sus colaboraciones en medios de comunicación son una excelente puerta de entrada a referencias literarias, influencias biográficas e intereses temáticos que ha desgranado también en múltiples entrevistas.
Pero las veces que había hablado con la señora, le había dicho:
-Hay tantas lecturas como lectores.
La prosa de El duelo y la fiesta mezcla lirismo y sencillez en la traslación del lenguaje oral a la escritura. Usa el estilo indirecto libre, donde la autora desaparece o, al menos, su presencia se entremezcla con la interioridad de los personajes. De esta forma, consigue introducirnos eficazmente en el flujo, a veces arbitrario y caprichoso, de sus pensamientos. En la tertulia podremos discutir si el continuo cambio entre puntos de vista narrativos va acompañado por las mismas diferencias en las formas y ritmos de los diálogos internos, si las almas a las que nos asomamos mantienen peculiaridades que las diferencian o, por el contrario, parecen similares.
Sobre la estructura de la novela, destaca el hábil uso de las analepsis. Los saltos hacia atrás le sirven para ir construyendo las múltiples facetas de personajes en cambio, modificar y completar su imagen y descubrir sus motivaciones.
El duelo y la fiesta es la historia de Blanca Valente, que en mi cabeza era Blanca Varela, una poeta peruana, pero que perdió toda conexión con la figura que la inspiró. Blanca está gravemente enferma y la historia sigue la vida de cuatro personas que están cerca de ella y terminan en su casa el día que está a punto de morir. Las vidas de los personajes también se entrecruzan con la poesía de Valente. Los temas centrales son los conflictos y la falta de comunicación entre madres e hijos.
Entrevista en Colla.
Como en cualquier época, buena parte de la literatura actual está marcada por algunas preocupaciones dominantes: los cambios en las relaciones interpersonales (destacando el dolor que produce tanto su presencia como su ausencia), la conciencia del desencanto, la influencia del pasado individual o colectivo más reciente (sea público o se haya querido esconder), las dificultades para adaptarse a un mundo que no parece proporcionar ninguna seguridad.
El duelo y la fiesta trata con intensidad, sin dar respiro al lector, muchas manifestaciones de estos grandes temas. Están presentes la infancia y, sobre todo, la maternidad, donde la biológica parece identificarse con lo negativo (posesión, abandono, egoísmo, falta de cariño e incluso desprecio) y la simbólica se presenta como una posibilidad de redención para las mujeres y una forma de sanar heridas en los hijos. También nos habla de relaciones de pareja fracasadas, ausencias, secretos y silencios, incomunicación e intentos de lidiar con un dolor solitario que, quizá, pueda superarse al reconocerlo como compartido.
Y, por último, hay una valiosa reflexión sobre cómo interpretar la literatura es una forma de entendernos a nosotros mismos y situarnos ante la realidad.


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