jueves, 6 de noviembre de 2025

Las manos de mi madre

Karmele Jaio, Las manos de mi madre (Amaren eskuak, 2008)


Primera no
vela de una poetaLas manos de mi madre entremezcla hábilmente sensaciones y pensamientos con el entorno en que se generan. Destaca, en especial, cómo refuerza la exposición de sentimientos a través de metáforas físicas:
Y que, como le ocurre a todo el que es consciente de que va a hacer una locura, siento corrientes de agua en mi interior, de un lado al otro, siento olas golpeando contra mi corazón, y me da la impresión de que la espuma que crean me va a salir por la boca en forma de palabras. Y, de repente, todo lo que me rodea adquiere formas redondeada, no hay bordes, no hay esquinas.
Las mujeres protagonizan la trama -ellas son quienes toman decisiones- y cada personaje tiene elementos en común con otros: Luisa y Nerea son, en diferentes momentos de sus vidas, madre e hija, cuidadora y objeto de cuidado; Dolores y Maite constituyen el apoyo de Luisa y Nerea; Germán y Carlos representan el primer amor roto de forma dolorosa; hay maridos y padres (Lewis) que vendrán después; mujeres sabias que, pese a su aparente papel secundario, actúan como detonantes del cambio (Bittori y Pili)... La estructura simétrica creada por Karmele Jaio se completa con un hilo de transmisión generacional entre Luisa, Nerea y Maialen.
El dueño de la mano que golpeó su mejilla no podía ser el mismo que aquel joven que conoció un domingo, en el baile, aquel que rodeaba su cintura con delicadeza.
(...)
Me gustaría volver a ese momento y quedarme atada a mi madre. Que salgan todos los aviones que quieran, que le den la vuelta al mundo si quieren, mientras yo percibo la mano de mi madre en mi cintura.
Sus relaciones ejemplifican experiencias personales y dinámicas familiares universales y, sobre todo, muestran cómo influye el pasado en nuestras vidas, tanto aquello que recordamos como lo que se desconocía y es descubierto.
Seis mujeres miran a la cámara y sonríen, inmersas en un universo en blanco y negro. Acerco la fotografía a la mano de mi madre e, igual que los recién nacidos se agarran al dedo que les toca la mano, mi madre toma la fotografía en su mano, como por un acto reflejo, como por inercia. Igual que Maialen tomó mi mano al poco de nacer.
Las manos de mi madre es también un relato sobre la gestión de la pérdida, encarnada en el novio que desaparece temporalmente y se transforma; la privación puede vivirse con rabia, pero también desde la culpa.Y reivindica la importancia de las redes de apoyo que alimentan los afectos.

Nerea, la narradora, una periodista que toma conciencia de cómo el frágil equilibrio de su vida está en peligro, nos desvela por completo sus pensamientos, a veces recurrentes. Lo hace utilizando hábilmente la repetición de algunos motivos con carga simbólica: el tabaco, los faros, la ropa de los marineros, los restos de los naufragios en la playa, las capas de pintura en el armario, Alicia en País de las Maravillas... Por supuesto, las manos y las fotografías como desencadenantes de la memoria, que tiene una doble naturaleza: puede causar dolor o servir de consuelo. Sin embargo, el cambio es inevitable -«Lo que guarda en su recuerdo ya no existe», nos advierte-, y podemos liberarnos del miedo y las ataduras autoimpuestas para crecer.

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