sábado, 5 de febrero de 2022

Job

Joseph Roth, Job (Hiob: Roman eines einfachen Mannes, 1930)

Mendel Singer y Job (que significa "aquel que soporta penalidades") se nos presentan viviendo en territorios de frontera, donde tradicionalmente han coincidido grupos y culturas diferentes y se han enfrentado los grandes poderes políticos: en el primer caso, lo que comienza siendo Rusia acabó bajo administración polaca; la bíblica tierra de Uz parece haber estado situada entre el reino semita de Idumea y los pueblos árabes.
Joseph Roth tuvo una experiencia similar, ya que nació en el límite entre el imperio austrohúngaro y la conocida como zona de residencia del imperio ruso para los judíos durante el siglo XIX y principios del XX. La vivencia del desarraigo y las amenazas a la identidad son, pues, comunes a estos tres hombres, y en torno a ello gira parte de la novela.
—¿Por qué nos castiga ahora? ¿Hemos hecho algo malo? ¿Por qué es tan cruel?
—Estás blasfemando contra él, déjame en paz, no puedo seguir hablando contigo.
Y Mendel se sumió en la lectura de un libro piadoso.
 
Es mi culpa, ¡mi culpa! Y yo cantando salmos. ¡No es suficiente! ¡No es suficiente!
 
Dime, Vega, ¿has visto alguna vez que Dios ayudara a un Mendel Singer?
Mientras el inicio del texto bíblico destaca la integridad de un hombre rico, nuestra novela nos presenta, como señala el subtítulo original, a un protagonista sencillo, humilde, simple (einfach en alemán). Ambos perderán (casi) todo, su cuerpo se degradará hasta el límite y solo provocarán lástima o rechazo. Parece premonitorio que, poco después de escribir este relato sobre las consecuencias de la I Guerra Mundial, su autor, también judío, tuviera que exiliarse a Francia por la persecución del nazismo, viera cómo su familia moría en campos de concentración y su esposa (¿quizá origen de la Mirjam de la novela?), aquejada de esquizofrenia e ingresada mientras escribía Job, fuera víctima de la locura eugenésica. Él mismo falleció, enfermo y alcoholizado, en 1939.
Otras situaciones y personajes clave son comunes en ambos relatos, como el diálogo con los amigos judíos, el enfrentamiento con Dios y, sobre todo, la llegada de un joven, representación del Mesías, que traerá la redención: Elihú y Menuchim (o Menahem, "el que consuela"). Es profundamente simbólico que la llegada del hijo perdido se produzca durante la celebración del Séder de Pésaj, cuando se conmemora la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud, o que la nueva esperanza para Mendel surja de la música.
(...) el tiempo [era] valioso, la pobreza un vicio, la riqueza un mérito, la virtud un éxito a medias, la fe en sí mismo un éxito completo (...), la beneficencia una inversión de capital, el anarquismo un crimen, los huelguistas los enemigos de la humanidad, los agitadores los aliados del diablo, las máquinas modernas una bendición del cielo (...)
Más allá de las resonancias biográficas, culturales e históricas, en Job encontramos un sugerente retrato social, posible punto de partida para reflexiones sobre la maternidad y la paternidad, la evolución de las relaciones de pareja, el conflicto entre modernidad y tradición encarnado en los jóvenes, la vivencia de la vejez, el duelo migratorio (una de las preocupaciones de Roth, como muestra en el ensayo Judíos errantes) la nostalgia del pasado y de una identidad nacional fuerte, de una patria, o la naturaleza del capitalismo convertido en nueva e indiscutible fe.
Se estiraron los dias hasta convertirse en semanas, crecieron las semanas hasta convertirse en meses, y estos, al llegar a doce, alumbraron un año.
El efecto emocional de la novela procede tanto de su densidad temática y alegórica como de su estilo, que suele incluirse en la corriente de la nueva objetividad. Como en sus artículos periodísticos, hay ironía en la mirada, combinada con una voz poética y una gran sensibilidad y comprensión hacia las personas sometidas a las estructuras de poder.
Tras presentarnos a Mendel Singer de una forma que puede evocarnos a Alonso Quijano, Roth utiliza una prosa que, con sus enumeraciones rítmicas, se asemeja a las narraciones orales tradicionales. El cambio al presente de indicativo en algunos momentos de escenas clave acrecienta su valor dramático, un recurso en apariencia sencillo pero de gran efectividad. Por último, su atenta descripción de los detalles hace que algunos objetos, espacios e incluso partes del cuerpo de sus personajes cobren vida y sirvan como espejo de sus pensamientos y emociones. Como ejemplo, estas referencias, en la parte final de la novela, a la siempre presente barba del desdichado Mendel:
(...) como si la barba de Mendel quisiera participar en la plegaria dado que la boca de Mendel celebraba la fiesta de forma tan contenida.
 
La barba de Mendel se mueve con vehemencia, casi ondea como una bandera blanca y también parece reír.
Otras obras de Joseph Roth, como las breves El Leviatán y La leyenda del santo bebedor, ahondan en sus preocupaciones e influencias. Job, la primera novela en que recurre a elementos religiosos, fue adaptada para la televisión austriaca en 1978.
 

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