domingo, 16 de enero de 2022

Corazón que ríe, corazón que llora

Maryse Condé, Corazón que ríe, corazón que llora (Le Coeur a rire et à pleurer. Contes vrais de mon enfance, 1999)
Premio Nobel Alternativo de Literatura 2018
Primero me dio por pensar, indignada, que la identidad es como un vestido que tienes que ponerte, lo quieras o no lo quieras, te quede bien o no.
A los sesenta y dos años y tras una larga carrera como docente y escritora, Maryse Condé publicó la primera parte de sus memorias en forma de relatos breves. A través de ellos recrea y resignifica su infancia y adolescencia. Esas experiencias, nos dice constantemente, son importantes porque constituyen el germen de todo aquello que ha construido su personalidad, la ha preocupado y ha llenado sus novelas. Una respuesta, quizá, a todas las ocasiones en que la crítica ha abordado los posibles reflejos biográficos en sus obras, en las que suelen tener un importante papel las migraciones, la influencia del pasado familiar en los niños, la búsqueda de la identidad y las raíces, el papel de las mujeres, la maternidad, la diversidad, la colonización...
Una de mis principales preocupaciones era encontrar mi propia voz al margen de la ideología impuesta por mi educación. Me llevó muchos años entender quién era realmente y descubrir mi lugar en el mundo.
No hay unidad entre las personas simplemente porque su piel tenga el mismo color. Hay que compartir las mismas ideas y valores.
Creo que la literatura es una forma de entender el mundo. Leyendo novelas aumentas tu capacidad de entender historias y situaciones complejas. Los ensayos y los tratados filosóficos no son tan ricos como las obras de ficción.
Entrevista en shetepeople.tv
Con una voz narrativa que engarza con habilidad la mirada de la niña que fue y la adulta en que se ha convertido, Condé ofrece un lenguaje que combina la precisión y la musicalidad, el humor y la melancolía, el francés y el créole (o ninguno de los dos), la francofonía y el mestizaje, la risa y el llanto. Un relato de iniciación que transmite honestidad en el retrato de sus protagonistas y, al mismo tiempo, aceptación comprensiva de sus errores, evitando el reproche.


Para comentar el texto, os propongo algunas ideas y preguntas de partida sobre un relato que trasciende una realidad geográfica y política seguramente desconocida para el lector para mostrar experiencias universales -el descubrimiento de la diferencia, la construcción de la identidad-:

- Corazón que ríe, corazón que llora forma parte de un género literario que evoca, de manera más o menos real o ficticia, acontecimientos de los primeros años que explican o justifican el resto de la vida. Esa narración toma distintas formas, según los aspectos en que incida y la elección del tono: relato intimista o social, novela testimonial o histórica. Al unificar elementos dispersos, construye y muestra una personalidad diferenciada; al explicar las experiencias y reacciones a partir del entorno, se acerca al retrato sociológico y político. ¿Qué dimensión creéis que destaca más en este libro?
Nunca utilizo documentos escritos antes. Todo surge de la memoria, de la imaginación, mezcla de recuerdos verdaderos y falsos. Porque para el escritor no importa si él imagina o recuerda. Perdí todos mis álbumes de fotos en Senegal. No tengo ni siquiera una imagen de mi madre, muerta cuando era adolescente, ni mía, cuando niña. Para escribir no las necesito. Yo las recreo.
- Cualquier relato sobre la infancia es, forzosamente, una reconstrucción adulta del mundo de la niñez. ¿Logra Condé combinar con éxito esa doble voz? ¿Cómo lo hace?

- El subtítulo de la obra, Cuentos reales de mi infancia, reúne un sustantivo y un adjetivo en apariencia irreconciliables. ¿Qué intenta transmitir la autora con ello? ¿Quizá la dificultad de iniciar un proyecto autobiográfico ante la escasa fiabilidad de los recuerdos? ¿O refleja su propio descubrimiento de los relatos orales, la fantasía y la literatura como vías para relacionarse con la realidad? ¿Para qué abordar esta tarea de narrar la propia vida?
- ¿Por qué los negros se merecen que les peguen?
(...)
Tenía la intuición de que aquella pregunta escondía la clave para comprender la arquitectura del mundo, a menudo incomprensible, que me rodeaba.
Intuía que un doloroso secreto permanecía enterrado en lo más profundo de mi historia, un secreto vergozoso e incluso peligroso que no convenía sacar a la luz. Mejor ocultarlo en las profundidades de la memoria, igual que mi padre y mi madre, igual que todas las personas que nos rodeaban, parecían hacer.
- ¿Un testimonio individual puede tener valor general? Su retrato de familia, de las relaciones entre madre e hija y la transición de estudiante modelo a adolescente rebelde le permite hablar de la construcción de la identidad a partir de la mirada y el tratamiento externo, además de denunciar la incoherencia de las etiquetas y atribuciones que imponemos a determinados grupos solo por su aspecto. En este sentido, nos puede recordar el discurso de Chimamanda Ngozie Adichie sobre la historia única. ¿Podríamos decir que nos demuestra que no hay identidades (ni destinos) únicas, definidas solo por la capacidad económica, la formación o el color de piel?

No hay comentarios:

Publicar un comentario