domingo, 2 de mayo de 2021

Lo bello y lo triste

Yasunari Kawabata, Lo bello y lo triste (Utsukushisa to Kanashimi to, 1964)

-Porque todavía lo amas... porque no podrás dejar de amarlo mientras vivas. -La voz de Keiko se quebró-. De modo que quiero vengarte -concluyó.
Las novelas de Yasunari Kawabata suelen explorar la geometría del deseo unido a la venganza.
En Lo bello y lo triste, como en varias de sus obras más representativas (País de nieveMil grullasEl rumor de la montaña) encontramos triángulos amorosos, con personajes que se repiten o turnan en sus vértices. Del original Oki - Otoko - Fumiko surgirá el de Keiko - Oki - Taichiro; ambos modifican la relación entre Otoko y Keiko.

Al mismo tiempo, Kawabata nos propone un juego de dualidades: placer y dolor, amor y celos, homosexualidad y heterosexualidad, sinceridad y engaño, dinámica de la relación matrimonial y entre los amantes, arte figurativo y abstracto, escritura y pintura, juventud y vejez, nacimiento y muerte... Parece que, con su insistencia en la oposición o comparación entre pares, nos intentara recordar una y otra vez cómo belleza y tristeza son dos caras inseparables de la realidad.
-¡Es un arco iris! Un arco iris incoloro... simplemente líneas curvas en tinta clara y oscura. Nadie se da cuenta, pero estoy envuelta en un arco iris de verano... en un atardecer de montaña.
Keiko se volvió para que viese la parte posterior de su obi de organza de seda. En el lazo se distinguía una verde cadena montañosa y los delicados matices rosa de un ocaso.
-Las dos mitades son diferentes -prosiguió, siempre de espaldas a él-. Es un obi muy peculiar, dado que la pintora es una muchacha muy peculiar.
Siguiendo con el símil matemático, la obra está plagada de simetrías entre personajes y situaciones. Sobre todas ellas planea la pregunta -no resuelta en sus páginas y, por tanto, lanzada a quienes leemos- en torno a su grado de perfección. Keiko y Taichiro son reflejo de Otoko y Oki (y de ambas relaciones surgirá una muerte); el retrato de la madre se asemeja a un autorretrato de la artista, además de compartir ambas, quizá, otros rasgos de carácter; un cuadro representa a dos geishas que son solo una y que es copia de una fotografía; la mujer real -la pintora- y la literaria -la protagonista de Una chica de dieciséis- son la misma y, al tiempo, diferentes, etc.
¿Hasta qué punto se asemejan Oki y Taichiro, el rostro de su bebé y Otoko, las dos madres que sufrirán una pérdida? Incluso Otoko duda sobre en qué grado es -o, más bien, ha sido- similar a su joven amante Keiko.
Con ese mismo sentido de espejo encaja el diálogo sobre la permanencia de la piedra frente a la rápida desaparición del recuerdo de las personas, o el veto de Keiko sobre su seno izquierdo o derecho a padre e hijo, respectivamente. La insistencia inicial de la joven por acudir de noche al lago Biwa con Otoko prefigura el episodio final de la novela.

Adaptación cinematográfica (Masahiro Shinoda, 1965)

Complementado estas simetrías especulares, Lo bello y lo triste se construye a partir de fractales, estructuras que se repiten en distintas escalas: tenemos una novela sobre una dramática relación sentimental dentro de un relato con temática similar; cuadros basados en otros cuadros; un novelista -Kawabata, famoso por su análisis de los mecanismos del amor, el deseo y el dolor- que habla sobre otro escritor que alcanza el éxito abordando los mismos temas. Incluso la descripción de Oki se podría aplicar a su creador:
Oki, por su parte, nunca había escrito una novela "abstracta" (...) El lenguaje puede considerarse abstracto o simbólico en la medida en que difiere de la realidad cotidiana, y él había tratado de reprimir esa tendencia en sus escritos. Siempre le había gustado la poesía simbolista francesa y también la poesía haiku y medieval japonesa, pero desde sus inicios como escritor se había esforzado por conseguir un estilo concreto, realista. Sin embargo, había pensado que al profundizar esa forma de expresión sus obras podían llegar a adquirir una cualidad simbólica.

* * *

Hay, en las novelas de Kawabata, una densidad en el lenguaje y la narración que no depende de la complejidad de las oraciones o de la rápida sucesión de acontecimientos. Por el contrario, la claridad y sencillez en la construcción de las frases, el ritmo pausado de los hechos y la estructura de los capítulos -se inician con una reflexión o escena desconectada del anterior y finalizan interrumpiendo la trama en un momento significativo, con una oración reveladora- invitan a una lectura pausada y atenta a los detalles. Solo así es posible apreciar su maestría a la hora de reflejar los estados emocionales de los personajes a partir de la conciencia del entorno físico, la textura y olor de los cuerpos, los colores y la atmósfera cambiantes de la naturaleza con el paso de las estaciones.
Como sus protagonistas, que nada dejan al azar en las conversaciones y parecen esconder otros significados en todas sus palabras, Kawabata domina la denotación -el significado objetivo, la descripción precisa- y la connotación -la sugerencia de nuevos significados unidos a los sentimientos-.
Para finalizar, en Lo bello y lo triste destaca otra de los temas recurrentes en su narrativa: la crítica a la modernidad acelerada por la influencia occidental, frente al reconocimiento de lo que él percibe como la sabiduría y la belleza tradicionales de Japón.
El discurso que pronunció durante la ceremonia de los premios Nobel en 1968 refleja esa conciencia de la naturaleza y el amor por la secular cultural nipona. También hay una referencia al suicidio, que consumaría cuatro años después.

Entrevista a Yasunari Kawabata (1969)

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