lunes, 21 de octubre de 2019

Las chicas de campo

Edna O'Brien, Las chicas de campo (The Country Girls, 1960)

"Para que la vida fuese bella tan solo había que conocer a las personas adecuadas. La vida era bella y venía cargada de promesas, las promesas que se intuían al admirar una alfombra de flores azuladas envueltas en una bruma estival, a los pies de una fuente increíblemente hermosa. Y en el aire flotaba el rocío de agua brumosa y plateada que descendía para empapar las sedientas flores azules."
Este párrafo, situado en la parte final de la novela, resume buena parte de su espíritu. Pese a los reveses sufridos, Caithleen mantiene intactas las ilusiones de una joven de dieciocho años que sigue confiando en alcanzar la felicidad, tan perfecta como soñada, y que solo puede comparar con la naturaleza del entorno en que creció.
Sin embargo, aún no parece consciente de que esa naturaleza no tiene intenciones ni deseos ocultos respecto a ella, pero sí muchas de las personas que la rodean, en especial algunos hombres.
Edna O'Brien (Irlanda, 1930) logró en su primera obra un relato que representa lo mejor de la tradición del coming-of-age o novelas de iniciación, género literario centrado en mostrar el crecimiento de su protagonista. En este caso, el final de la infancia está marcado por el ingreso en el convento y el paso a la edad adulta con el traslado a Dublín. Por el camino, retrata de forma realista los conflictos escondidos en una comunidad rural que se nos muestra desde muy pronto como menos idílica de lo esperado.
Las chicas de campo es la primera parte de una trilogía
completada con La chica de ojos verdes (1962) y Chicas felizmente casadas (1964)
La autora construye una narración en primera persona compleja y muy elaborada pese a su aparente sencillez formal. Cede el protagonismo a la voz de una adolescente, ingenua, impulsiva y lúcida en ocasiones; confusa, perpleja e incómoda cuando es objeto de un deseo que no alcanza a comprender del todo, pero con el que debe lidiar y contra el que, instintivamente, se protege. Pero, al mismo tiempo, está presente la interpretación de una mujer de treinta años que escribió Las chicas de campo en tres semanas rescatando algunos elementos de su biografía. Solo así Mr. Gentleman puede ser, desde un punto de vista miope, un enamorado trágico y, a la vez, para un lector adulto, un claro abusador.
Además de la capacidad para caracterizar a los personajes con precisión en pocas palabras, otro elemento a destacar en su estilo es cómo presta una atención especial a los detalles, lo que dota de realismo a las páginas. La propia autora lo señala en esta entrevista:
"Eso lo aprendí de mis maestros. De Chéjov. En cada una de sus historias sientes que él es el protagonista porque te sumerge en la vida de sus personajes."
Para comprobar cómo funciona este recurso, podéis ver el siguiente vídeo:


Aprovechando la presencia de la música en Las chicas de campo, sobre todo a través de Baba, podríamos decir que su banda sonora es alegre, pero que Kate escribe la letra (lo explícito) y O'Brien compone la melodía (lo implícito) del tema principal, centrado en la pérdida.


Una eficaz denuncia de la indefensión a la que se ven expuestas las niñas y jóvenes que forman parte de sociedades en las que se limita la educación sexual y se les impide acceder a los necesarios mecanismos de autoprotección, al mismo tiempo que las agresiones cotidianas son silenciadas.

Edna O'Brien, que suena habitualmente como candidata al Premio Nobel, vuelve a estar de actualidad con la publicación de La chica, donde retrata los abusos sexuales perpetrados por grupos terroristas en Nigeria.

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