viernes, 29 de diciembre de 2023

Opiniones de un payaso

Heinrich Böll, Opiniones de un payaso (Ansichten eines Clowns, 1963)
Premio Nobel de Literatura 1972

El autor y su obra
El punto de partida [de mi obra] no es el presunto «compromiso», sino el lenguaje, y con este se somete a examen el Estado y la sociedad. (...) Y cuando, en el transcurso de esta experiencia, cuyos resultados se registran por y en la expresión, aparecen conflictos, viejas angustias, problemas reprimidos o diferidos, entonces sí, es posible que uno se ponga agresivo.
Heinrich Böll: Una memoria alemana (1975)
Las novelas de Böll (1917-1985) disponibles actualmente en castellano (El honor perdido de Katharina Blum Pero ¿qué será de este muchacho?) reflejan, como Opiniones de un payaso, las preocupaciones fundamentales de su creador: las secuelas del régimen nazi y el voluntario olvido de la colaboración o el silencio ante la barbarie, el análisis crítico de la Alemania de posguerra, el materialismo y consumismo que dominan la sociedad, la opresión de las convenciones hipócritas sobre los individuos.
Mi padre tenía varias casas. Una la tuvo que vender a causa de la Gran Depresión. Pero el verdadero drama llegó un año después, cuando colapsó el banco. Nos desahuciaron y subastaron la casa en la que vivíamos, Con eso empezó el miedo: «¿Tengo un sitio para vivir? ¿Tengo una cama?»
Entrevista en The Paris Review (1983)
El autor tuvo una vida marcada por los altibajos: su familia pasó de propietaria de una empresa a la ruina económica; a diferencia de su hermano, se negó a militar en las Juventudes Hitlerianas; fue reclutado (e intentó desertar, simuló enfermedades, falsificó permisos... sin poder evitar que le hirieran cuatro veces) y hecho prisionero de guerra; vivió durante mucho tiempo en la precariedad a pesar de obtener el reconocimiento literario. Quizá estas vivencias le empujaron a convertirse en un intelectual de izquierdas comprometido, alejado del dogmatismo y solidario con el sufrimiento de los más débiles. Su activismo, guiado por fuertes convicciones éticas, le llevó a verse envuelto, a su pesar, en varias polémicas con instituciones políticas, mediáticas y policiales.
Prefiero el peor de los mundos cristianos al mejor mundo pagano. En un mundo cristiano hay sitio para los que se verían desplazados en cualquier mundo pagano: lisiados y enfermos, viejos y débiles. Los que el mundo pagano considera inútiles y sin valor encuentran en el mundo cristiano algo más que espacio físico: experimentan amor (declaraciones del autor).
Católico, unas fuertes convicciones religiosas no le impidieron ser muy crítico con los dirigentes eclesiásticos y abandonar la iglesia alemana, al dejar de pagar el impuesto oficial, en protesta por su deriva conservadora a finales de los años setenta.



El payaso

En mis números hay demasiada mezcla de pantomima, escenografía, chistes: yo sería un buen pierrot, pero también podría ser un buen clown (...) 

Yo creo que nadie en el mundo entiende a un payaso, ni siquiera otro payaso, porque siempre entran en juego la envidia y la rivalidad.

Esta gente no comprende nada. Ciertamente saben todos que un payaso debe ser melancólico, para ser un buen payaso, pero que para él la melancolía es una cosa muy seria, eso sí que no lo comprenden.

La deriva de Hans Schnier, protagonista y narrador en primera persona de Opiniones de un payaso, nos puede recordar el proceso de aislamiento y degradación de Daniel Quinn, el protagonista de Ciudad de cristal (Paul Auster, 1985), o una versión desesperanzada de Calvero, el cómico de teatro de variedades al que dio vida Charles Chaplin en Candilejas (1952). Sin embargo, el cuestionamiento de la realidad y del lenguaje de la primera obra o la reivindicación del amor y la solidaridad como vías para la salvación personal de la segunda son aquí sustituidas por una mordaz crítica política y social de la Alemania de posguerra.
Heinrich Böll emplea el arquetipo del payaso que esconde su tristeza bajo el maquillaje y las actuaciones, un tipo de artista en general poco reconocido por el público pero que, desde los márgenes, tiene capacidad para hablarnos con lucidez sobre nuestro propio mundo. Representa el otro yo, el asombro constante ante un mundo cuyas normas le soy extrañas o ajenas, capaz de ir más allá de la caricatura y convertir la sonrisa en reflexión... porque no solo interpreta, sino que (re)interpreta con lucidez aquello que solemos asumir sin cuestionarlo. En el caso concreto de Schnier, su papel le sirve para criticar los valores de la burguesía y las clases dominantes y revelar la futilidad del supuesto elitismo cultural del que había sido su entorno social.

La novela
La llamada Prensa de izquierdas escribió de ello que yo me había dejado intimidar por los reaccionarios, la Prensa de derechas escribió que yo había comprendido al fin que hacía el juego al Este, y la Prensa independiente escribió que era evidente que yo había renegado de todo extremismo y de todo compromiso. Todo pamplinas. No pude representar más aquel número porque ya siempre tendría que pensar en aquella anciana pequeñita, que es probable que viviese miserablemente, entre la burla y la mofa de todos.
Conforme avanza el relato, Hans nos da nuevas respuestas a la pregunta sobre el origen de su sufrimiento. El alcohol, la apatía y la dependencia emocional de Marie se revelan como signos externos de un dolor previo y profundo. En el marco de las relaciones personales, el que causan los silencios, los reproches, la incapacidad para abordar de frente el duelo y la presión de las expectativas familiares. En el contexto social, la hipocresía de las instituciones y de los grandes partidos políticos.
Böll nos presenta personajes con características muy definidas: padre periférico, madre autoritaria, hermana que desobedece las normas y muere cuando las acepta, hermano cómodo al someterse a poderes externos, seudointelectuales preocupados solo por las apariencias, clérigos aferrados al poder, una novia que es víctima de los dogmas instrumentalizados por las jerarquías...
De joven leía el Stürmer y la maldita prensa nazi que había entonces, en la que no solo hacían una propaganda perversa contra los judíos, sino contra otros grupos sociales, como los homosexuales, los sacerdotes católicos y, huelga decirlo, los comunistas (...) muchos de los difamadores se proclamaron demócratas de la noche a la mañana. En marzo de 1945 eran nazis, y en octubre de 1945 ya eran flamantes demócratas.
Entrevista en The Paris Review (1983)
Frente a ellos, solo el payaso es capaz de elaborar una crítica del cristianismo ritualizado y apoyado exclusivamente en reglas, del capitalismo y la desigualdad económica que genera y de la tergiversación histórica de quienes colaboraron con el nazismo y se presentaban después, llenos de complacencia, como víctimas o héroes de la resistencia (en nuestro contexto literario, esa denuncia sobre la invención de autobiografías acordes con el nuevo momento político la hizo Javier Marías en muchas de sus obras).
Destaca, sobre todo, su soledad: en el relato del presente, las conversaciones se mantienen por teléfono o a través de una puerta. Solo con el padre hay un encuentro en persona, que se interrumpe con las salidas del protagonista a otras estancias de la casa. Un detalle significativo: en esos diálogos trágicos y distantes, todos los interlocutores ríen en algún momento (salvo en la segunda conversación con Monika Silvs). Quizá se trate del sino del payaso.

Algunas preguntas para el debate
- ¿Qué habéis sentido por el personaje: rechazo, empatía, compasión...?
- ¿Han sido el lenguaje, las referencias a la cultura y políticas del momento en Alemania o la estructura del relato obstáculos para vuestra lectura?
- ¿Los males que retrata con ironía y sin tapujos Heinrich Böll son similares a los que sufren nuestras sociedades?
- Dentro de este catálogo de muestras de egoísmo e hipocresía, ¿hay momentos de sinceridad y solidaridad? ¿El dolor ante el alejamiento de Marie es fruto solo de un desengaño sentimental o refleja la pérdida de una de las pocas relaciones positivas del protagonista?
- ¿Es más efectiva la crítica realizada por un payaso que siente haber fracasado profesionalmente y en su vida afectiva que la que hubiese realizado un personaje en mejor situación?
- Compara el inicio de la novela y las reflexiones de Hans Schnier sobre los continuos e ilógicos cruces de personas que van diariamente de casa al trabajo con estas palabras del nobel alemán a The Paris Review:
(...) con la guerra. Había cientos de despedidas que podían ser la última. (...) Hasta el día de hoy sigo experimentando esa metafísica de la despedida cuando me voy de algún sitio (...) Hasta cuando salgo de nuestra casa de campo para venir aquí, a nuestra residencia principal, tengo que hacer una maleta y subirme a un coche o un taxi. Marcharse nunca es fácil. El aspecto realista no excluye lo metafórico, la idea de que en este mundo estamos en una sala de espera.
(...)
En el sinsentido de la guerra hay un constante ir y venir, un continuo cambio de lugar. Te meten en un tren y te envían a cualquier sitio, pasas allí unos días y te meten en otro tren. La guerra pone en marcha una absurda sucesión de desplazamientos. Si extrapolas eso a toda la población, militares y civiles, la cosa tiene algo de huida masiva de fugitivos. 

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