martes, 28 de abril de 2020

El brazo marchito y otros relatos

Thomas Hardy, El brazo marchito y otros relatos (The withered arm, 1883-1891)

El estado de alarma generado por el COVID-19 nos ha obligado a modificar la programación inicial del club de lectura. Por eso, nos sumamos al reto de lectura para 2020 de la Biblioteca de Navarra, que propone acercarse en abril a un clásico.

Hemos elegido una recopilación de cuentos de Thomas Hardy, poeta y novelista inglés que centró su narrativa de ficción en el condado semificticio de Wessex durante la primera mitad del siglo XIX.
Estos relatos, que publicaba originalmente en revistas, tienen como rasgos comunes el pesimismo, la influencia de la literatura romántica y la presencia de elementos sobrenaturales, propios de los relatos góticos.
Son, de esta forma, una buena muestra de dos movimientos artísticos muy populares en los siglos XVIII y XIX. Nuestro autor publicaba en revistas literarias como Blackwood's Edinburgh Magazine o Longman's Magazine que, en aquella época sin radio ni televisión, constituían la principal vía de consumo cultural (¡el Netflix de la época!); por tanto, necesitaba escribir dentro de los límites del gusto de sus lectores.
El punto fuerte de Hardy no está en la creación de tramas y personajes, sino en la reconstrucción de ambientes y en la descripción realista de una época marcada por las convenciones y limitaciones sociales, la injusticia y las supersticiones. Nos muestra cómo las personas son maltratadas por la rígida jerarquía social y el egoísmo individual, no solo por el destino, e insiste en recordarnos que las personas son tan hostiles y destructivas como la naturaleza. Él mismo se interesó por la reforma social como vía para reducir las desigualdades.
  • En el libro hay varias encrucijadas, tanto físicas como metafóricas. A vuestro juicio, ¿qué pesa mas en el destino trágico de los personajes: la casualidad y el destino no controlable o las decisiones que toman?
  • ¿Cómo representa Hardy la vida de los matrimonios y el rol de las iglesias? Los cuentos están plagados de comentarios irónicos sobre la realidad social de la época, en especial cuando habla de las clases altas y el clero. Esto tiene mucho que ver con su propia biografía, de la que podremos hablar en la reunión.
  • ¿Cuál es el papel de las mujeres en los relatos? ¿Son todas similares? ¿Tienen características diferentes a las de los hombres?
En el prefacio a una de sus recopilaciones de cuentos (recogido en los Cuentos completos publicados por Alba Editorial), el propio Hardy habla de los hechos y tradiciones en los que están basados algunos de los que hemos leído:
Pudiera ser obligada una disculpa para explicar el contraste, susceptible de ser tomado por descuido, que entraña el presentar dos cuentos de ahorcados (...) en una pequeña selección de narraciones como la que aquí se ofrece. (...) debo señalar que el tema del ahorcamiento formaba parte sustancial de la tradición local en las pequeñas ciudades del condado, y aun cuando nunca llegase a conocer personalmente a ninguno de los protagonistas de tales escenas, el autor de estas páginas sí tuvo, siendo niño, el privilegio de tratar a un hombre que aspiraba a ser verdugo real, cayó en una incurable melancolía al no conseguir el puesto y halló cierto alivio a su pena interesándose por los episodios más llamativos de las vidas de otros individuos más afortunados que ejercieron el cargo con éxito y renombre. Causaba no poco asombro en quienes escuchaban el relato de su decepción que sus ambiciones hubiesen cobrado una forma tan poco propicia, por cifrarse en una profesión que solo un hombre podía ejercer en Inglaterra al mismo tiempo, cuando podría haber aspirado a un puesto más corriente –y que le habría procurado mejores oportunidades–, como el de juez, obispo o incluso parlamentario, cuya nobleza jamás se cuestionaba. También en esos tiempos seguía viva una anciana que, con el fin de curar cierta dolencia estomacal, fue sometida en su juventud a un «cambio de sangre» extraída del cadáver de un convicto, tal como se relata en «El brazo marchito».
Desde que escribí este cuento, hace ya algunos años, un amigo que conoció a Rhoda Brook me ha recordado que, al relatar su sueño, olvidé consignar algunos de los hechos en los que se basa esta narración. Lo que ocurrió en verdad fue que, una tarde muy calurosa, estando ella acostada, el íncubo se apoderó de su cuerpo, y la mujer lo expulsó, con las consecuencias para su organismo que en el relato se describen. Tengo para mí que la posibilidad de que dicha visión pueda producirse en pleno día es mucho más sobrecogedora que la de un simple sueño a media noche. Encarezco por tanto a los lectores a corregir la distorsión, que por lo demás ofrece un buen ejemplo de cómo nuestra imperfecta memoria formaliza de manera inconsciente la frescura de los hechos, alejándose lentamente de ellos tal como los objetos de fabricación mecánica se alejan poco a poco del molde original de factura manual.
Entre los abundantes recursos para esconder mercancía de contrabando en cuevas y fosas, la de plantar un manzano en la boca de la fosa es, a mi juicio, única, y por eso se detalla en «
El predicador desconcertado» tal como me lo contó un viejo «cargador de toneles», un hombre que más tarde trabajó para mi padre por espacio de treinta años. Por sus recuerdos, nunca acerté a entender cómo llegó a plantarse el árbol que, con sus raíces, tierra y receptáculo, debía de alcanzar un peso considerable. No hay duda, sin embargo, de que esta práctica fue muy común durante muchos años. Mi informador también hablaba a menudo de la horrorosa y sofocante sensación que causaban las dos cubas de alcohol atadas respectivamente al pecho y a la espalda, con las que había que cargar muchos kilómetros tierra adentro, campo a través y en la oscuridad. Me aseguró que, si bien había pasado largos años de su juventud y de su inmediata madurez en este negocio irregular, las ganancias que le había reportado, sumadas todas ellas, no alcanzaban el salario medio que podría haber obtenido con un empleo fijo, mientras que las fatigas y los riesgos eran de todo punto excesivos.
Cabe añadir que la acción de este relato tiene su origen en ciertas operaciones de contrabando acontecidas entre los años de 1825 y 1830, que concluyeron en esta segunda fecha con el juicio de sus principales artífices en los Assizes, en presencia del barón Bolland, tras haber opuesto los contrabandistas una desesperada resistencia armada a los guardias de aduanas durante el desembarco del cargamento de licor. Esto sucedió muy poco después de que se produjeran los hechos consignados en el relato, en el que también se representan algunos de los incidentes ocurridos en el curso del juicio.
En el momento culmen del altercado, el personaje que lleva el nombre de Owlett resultó gravemente herido, y varios de los guardias de costas habrían perdido la vida, al verse desbordados por la fuerza numérica de los contrabandistas, de no haber sido por la hombría y la presencia de ánimo con que se condujo dicho personaje. Esta circunstancia obró en su favor al celebrarse la audiencia pública, en la que el joven Erskine ofició el papel de fiscal, mientras que la defensa de los contrabandistas le fue confiada a Erle. La recapitulación del barón Bolland fue muy favorable para la defensa; simplemente se ordenó a los acusados que hiciesen promesa de enmendar su conducta, tras lo cual quedaron absueltos de todos los cargos. (En cuanto a la literalidad de los hechos, véase también la nota final del relato.)
De todos modos, estos relatos son tan solo sueños; no son crónicas. Se recopilaron y publicaron por vez primera con el presente título, en dos volúmenes, en 1888.

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