Discúlpeme, por favor, pero en nuestro país no se mete a la gente en la cárcel porque sí. No se empeñe. ¿Es que me han arrestado a mí? No. ¿Y por qué no? Porque soy una mujer honesta, una auténtica soviética.Chukóvskaia creó a Sofia Petrovna para sí misma, como una forma de enfrentar el dolor de la pérdida. Sin embargo, su obra trasciende lo particular. Este acercamiento a un episodio de la historia del siglo XX que aún sigue recordándose nos invita a reflexionar sobre algunas dinámicas de nuestro presente.
La novela se desarrolla en tres espacios físicos conocidos -la casa / habitación, el lugar de trabajo y las largas filas de espera- y otro igualmente importante gracias a su indefinición -el destino de Kolia-. Al igual que casi todos los personajes, inevitablemente abocados a la desgracia, estos lugares se van degradando o se convierten poco a poco en incómodos y amenazantes.
Vemos cómo lo individual y lo colectivo contribuyen a generar la misma realidad terrible. La locura no es solo personal, sino que caracteriza a todo el sistema político. Del mismo modo, la maldad no es exclusiva de quienes detentan el poder: se transmite a los particulares, que colaboran activamente con la represión vigilando y delatando.
Este relato también nos muestra el funcionamiento de los mecanismos de desinformación, elemento básico en los regímenes totalitarios y herramienta favorita de quienes parecen añorarlos. La propaganda toma la forma de noticias falsas, escritas en un lenguaje simple y llenas de estereotipos repetidos; los datos se pervierten o inventan para servir a los propios intereses y fomentar el odio. Cualquier acusación genera automáticamente condena y estigma, ante los que no hay defensa efectiva: la respuesta y el silencio serán utilizados como elementos incriminatorios.
Por último, asistimos a un retrato descarnado de la la impotencia individual ante la burocracia deshumanizada y corrupta, tan ilógica, dañina y angustiosa como la retratada por Kafka en El proceso: «Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido». Y, ante las páginas que describen la búsqueda del hijo, podemos recordar la película Desaparecido (Costa-Gavras, 1982), prohibida durante dieciocho años en Chile y que describe la represión de Pinochet tras el golpe de estado de 1973.
Enfrentada a un mundo que no tiene sentido moral, Sofia, se vuelve loca, una locura que se manifiesta en delirios muy parecidos a las mentiras que los que la rodean dicen todos los días para protegerse.Para ampliar la información sobre el contexto y vicisitudes de la obra, podéis leer Crónica de un silencio. En Inmersión. Un sendero en la nieve la autora vuelve sobre la desaparición de su marido durante la purga estalinista.
Lidia Chukóvskaya, El proceso de expulsión (1979)
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